sábado, 26 de octubre de 2013

Unos inolvidables dias en Brozas

UNOS INOLVIDABLES DIAS EN BROZAS

Antes de que el paso del tiempo comience a borrar de la memoria los recuerdos vamos a poner estas cuatro mal pergeñadas líneas para reflejar lo que ha sido nuestra primera experiencia en los baños del  Inserso.
Ya el pasado año estuvimos, si bien por privado y pocos días en los baños de Jaraba (Zaragoza) para probar cómo era ésto . Y a fuer de sinceros le cogimos el gustillo al agua calentita, a los masajitos y demás. Por eso hemos repetido este año, y como resulta que nos gusta -de momento-  hacer largos recorridos nos hemos aventurado a ir hasta Brozas, un pueblecito al noroeste de Extremadura a ver qué tal lo pasábamos.
Y aquí comienza la historia. En principio una mesa de seis comensales. Nos ponen primero con una pareja de asturianos y actos seguido llega otra pareja, -casualidad- también de asturianos. Así es que desayunos, comidas y cenas dos manchegos con cuatro asturianos. Seguro que también la leche del desayuno era la Asturiana…
Los primeros compases consistieron en  hacer que nuestro oído –y supongo que el de ellos- se adaptara al acento de cada cual, pues entre que cada vez “oímos las voces mas lejos” y el acento, confieso que casi no nos enterábamos de nada, sobre todo de los mas retirados.
Y una vez adaptado el pabellón auditivo a los quiebros asturianos, fuimos adentrándonos en las vidas de cada uno. Primera pareja la de Josefina y Anibal. Pareja original donde los haya, pues Josefina tiene la afición de coleccionar tréboles de al menos cuatro hojas (después me enteré de que hay millones de tres hojas y los de mas hojas aparecen  uno entre diez mil). Y tiene nada más y nada menos que ochenta mil y ya está pendiente de aparecer en el libro de los Güines, ¡Ah¡ y también colecciona chistes, pues los cuenta a cada instante.  Y Anibal un fenómeno: fabrica relojes de madera (bueno,  los talla), tiene un huerto donde produce de todo lo imaginable para conservarse bien (así está él) y además también ve los tréboles de cuatro y hasta seis hojas. Y cuando saca el timbre de voz autoritario parece un militar retirado.
La segunda pareja ,  José y María del Mar, con porte elegante y fino, en principio parecía seria, aunque también y a medida de que pasara el “periodo de adaptación” empezaran a mostrar su verdadera imagen de  saber reírse hasta de su sombra, y además todos sus jocosos comentarios  estaban siempre plagados  de ironía.
Bueno, después hemos conocido a muchos personajes, entre ellos a Ramón y Marisol, con quienes hemos compartido unos buenos momentos en las excursiones y del que hemos conseguido una buena sintonía que esperemos perdure en el tiempo.
Y por último hablamos del “personaje del turno”: Luis Garrido, autor de innumerables libros y del que tuve la suerte de que me regalara dos, uno del los cuales tuve en la mesita de noche haciéndome compañía hasta que lo acabé: Los niños que perdimos la guerra. Genial el libro que, según me confesó era parte de su vida, lógicamente con las connotaciones literarias que acompañan a   las biografías. Sin embargo el que era y es  genial es el mismo Luis: Ochenta y siete años y una vitalidad y energía excepcional que es capaz de trasmitir a los demás. Y un sentido del  humor excepcional. Que bien lo hemos pasado con él.
Y para terminar hay que hablar del Balneario, llamado de San Gregorio. Sencillo pero familiar, donde el personal es su principal activo. No sé  el nombre de las chicas, -¡lástima¡- pero de sí sé el de Domy, la que nos amenizaba los juegos y las fiestas con la sonrisa siempre en sus labios, de Elstibaliz y Montaña, diligentes  u agradables fisios, que nos preparaban las “ presos “, “los barros”, los vapores, las parafinas, etc.
En cuanto a actividades  yo llamaba al balneario “el sanatorio”.  Vida sana por doquier: paseos, baños, piscina, comidas, excursiones y fiestas. Todo un lujo.
Y entre las excursiones recordamos la de la búsqueda de tréboles con Josefina y Anibal.  Vi tantos tréboles , aunque ni  uno de mas de tres hojas, que por la noche soñaba  que era un ciervo o un  toro (mejor un becerro, que los otros tienen cuernos), comiendo sin parar los tréboles, pero separándolos primero con la patita para ver si tenían mas de tres hojas.
Otra excursión con Ramón y Marisol al Arroyo de la Luz, y Ramón que se las sabe todas, indagando y consiguiendo hasta que nos abrieran las iglesias para nosotros solos.
Y como colofón la fiesta de “fin de curso”. Domingo por la noche nos reunimos en un salón que nos recordaba al Corral de la Pacheca de Manolo  Caracol, con todos los actores sentados alrededor de la pista. Y todos bailando el “chacachá del tren, que gusto da viajar cuando se va en el tren, ¡uh uh¡” con Luis de locomotora tirando de todos o la “abuela fuma, la abuela bebe o la abuela baila” o sea que la abuela hace lo que le da la gana... O los que han nacido en Enero que se pongan de pié y brinden. Con la suerte que tuvimos Leonor y yo que nacimos en diciembre y fuimos los dos solos los que nos pusimos en pié, brindamos pidiendo salud y pesetas y encima nos dimos un beso…

Así es que después de todo esto nos quedan pendientes dos cosas:  seguir manteniendo las buenas amistades conseguidas y por supuesto apuntarnos para el año venidero…

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