UNOS INOLVIDABLES DIAS EN BROZAS
Antes de que el paso del tiempo
comience a borrar de la memoria los recuerdos vamos a poner estas cuatro mal
pergeñadas líneas para reflejar lo que ha sido nuestra primera experiencia en
los baños del Inserso.
Ya el pasado año estuvimos, si
bien por privado y pocos días en los baños de Jaraba (Zaragoza) para probar
cómo era ésto . Y a fuer de sinceros le cogimos el gustillo al agua calentita,
a los masajitos y demás. Por eso hemos repetido este año, y como resulta que
nos gusta -de momento- hacer largos
recorridos nos hemos aventurado a ir hasta Brozas, un pueblecito al noroeste de
Extremadura a ver qué tal lo pasábamos.
Y aquí comienza la historia. En
principio una mesa de seis comensales. Nos ponen primero con una pareja de
asturianos y actos seguido llega otra pareja, -casualidad- también de
asturianos. Así es que desayunos, comidas y cenas dos manchegos con cuatro
asturianos. Seguro que también la leche del desayuno era la Asturiana…
Los primeros compases consistieron
en hacer que nuestro oído –y supongo que
el de ellos- se adaptara al acento de cada cual, pues entre que cada vez “oímos
las voces mas lejos” y el acento, confieso que casi no nos enterábamos de nada,
sobre todo de los mas retirados.
Y una vez adaptado el pabellón auditivo
a los quiebros asturianos, fuimos adentrándonos en las vidas de cada uno.
Primera pareja la de Josefina y Anibal. Pareja original donde los haya, pues
Josefina tiene la afición de coleccionar tréboles de al menos cuatro hojas
(después me enteré de que hay millones de tres hojas y los de mas hojas
aparecen uno entre diez mil). Y tiene
nada más y nada menos que ochenta mil y ya está pendiente de aparecer en el
libro de los Güines, ¡Ah¡ y también colecciona chistes, pues los cuenta a cada
instante. Y Anibal un fenómeno: fabrica
relojes de madera (bueno, los talla),
tiene un huerto donde produce de todo lo imaginable para conservarse bien (así
está él) y además también ve los tréboles de cuatro y hasta seis hojas. Y
cuando saca el timbre de voz autoritario parece un militar retirado.
La segunda pareja , José y María del Mar, con porte elegante y
fino, en principio parecía seria, aunque también y a medida de que pasara el
“periodo de adaptación” empezaran a mostrar su verdadera imagen de saber reírse hasta de su sombra, y además
todos sus jocosos comentarios estaban siempre
plagados de ironía.
Bueno, después hemos conocido a
muchos personajes, entre ellos a Ramón y Marisol, con quienes hemos compartido
unos buenos momentos en las excursiones y del que hemos conseguido una buena
sintonía que esperemos perdure en el tiempo.
Y por último hablamos del
“personaje del turno”: Luis Garrido, autor de innumerables libros y del que
tuve la suerte de que me regalara dos, uno del los cuales tuve en la mesita de
noche haciéndome compañía hasta que lo acabé: Los niños que perdimos la guerra.
Genial el libro que, según me confesó era parte de su vida, lógicamente con las
connotaciones literarias que acompañan a
las biografías. Sin embargo el
que era y es genial es el mismo Luis:
Ochenta y siete años y una vitalidad y energía excepcional que es capaz de
trasmitir a los demás. Y un sentido del
humor excepcional. Que bien lo hemos pasado con él.
Y para terminar hay que hablar
del Balneario, llamado de San Gregorio. Sencillo pero familiar, donde el
personal es su principal activo. No sé el nombre de las chicas, -¡lástima¡- pero de
sí sé el de Domy, la que nos amenizaba los juegos y las fiestas con la sonrisa
siempre en sus labios, de Elstibaliz y Montaña, diligentes u agradables fisios, que nos preparaban las “ presos
“, “los barros”, los vapores, las parafinas, etc.
En cuanto a actividades yo llamaba al balneario “el sanatorio”. Vida sana por doquier: paseos, baños,
piscina, comidas, excursiones y fiestas. Todo un lujo.
Y entre las excursiones recordamos
la de la búsqueda de tréboles con Josefina y Anibal. Vi tantos tréboles , aunque ni uno de mas de tres hojas, que por la noche
soñaba que era un ciervo o un toro (mejor un becerro, que los otros tienen
cuernos), comiendo sin parar los tréboles, pero separándolos primero con la
patita para ver si tenían mas de tres hojas.
Otra excursión con Ramón y
Marisol al Arroyo de la Luz, y Ramón que se las sabe todas, indagando y
consiguiendo hasta que nos abrieran las iglesias para nosotros solos.
Y como colofón la fiesta de “fin
de curso”. Domingo por la noche nos reunimos en un salón que nos recordaba al
Corral de la Pacheca de Manolo Caracol,
con todos los actores sentados alrededor de la pista. Y todos bailando el
“chacachá del tren, que gusto da viajar cuando se va en el tren, ¡uh uh¡” con
Luis de locomotora tirando de todos o la “abuela fuma, la abuela bebe o la
abuela baila” o sea que la abuela hace lo que le da la gana... O los que han
nacido en Enero que se pongan de pié y brinden. Con la suerte que tuvimos
Leonor y yo que nacimos en diciembre y fuimos los dos solos los que nos pusimos
en pié, brindamos pidiendo salud y pesetas y encima nos dimos un beso…
Así es que después de todo esto
nos quedan pendientes dos cosas: seguir
manteniendo las buenas amistades conseguidas y por supuesto apuntarnos para el
año venidero…
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